Hoy recibí un correo electrónico con el título de Vanidad como uno de los pecados favoritos.
En el se ve a una persona (que por su suntuoso entierro parecía ser en vida alguien igual de fastuoso), y aparentemente pidió ser enterrado con parte de sus ajuares... En las fotos, dentro de una fosa que representa cuatro o cinco veces el tamaño de una fosa de proporciones normales, se ve desde televisores plasma, cama en caoba, mesas en caoba con lámparas, ropas, zapatos y hasta bebidas alcohólicas, (por demás esta decir que de buena marca)...
Viendo esto, recordé el reportaje que leí recientemente en un diario local, donde habla de la situacion paupérrima en la cual se encuentra la última morada de Rafael Leonidas Trujillo, el otrora ¨Jefe¨ de toda República Dominicana por más de tres decadas y simbolismo del poderío alcanzado como nación de un pequeño país centroamericano en pleno apogeo del renacimiento histórico-político para occidente.
Una persona que con mano de hierro, infundía el terror en la sociedad dominicana.
Alguien que a fuego y sangre sembró el temor en todos, y que como mejor adepto de Maquiavelo justificaba con los fines que se trazaba, todos los medios que empleaba.
En fin, alguien que aun dentro de esa semblanza sombría colocó al país con una estabilidad irrepetible, lo que lo hacia tirano y heroe a la vez, con una incidencia tan profunda que hoy, a más de cuarenta años de su asesinato, es tema obligado en investigaciones psicológicas, sociales y políticas y su período ¨tirano-gubernamental¨ el más estudiado en nuestros colegios, escuelas y universidades.
Sin embargo, al día de hoy el Nicho de la familia Trujillo se encuentra olvidado en algún rincón del cementerio El Pardo en Madrid, España... El techo desplomado... Puertas rotas.... Nadie lleva flores....
Ni siquiera los que lo consideraban ¨El benefactor de la patria¨... Ni siquiera ellos...
Ya nadie te quiere Chapita...
De nada sirve la vanidad.
De nada.
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